El discurso  ético  de  AEFA 

AEFA, es una asociación científico-profesional pluridisciplinar, entre cuyos fines están el perfeccionamiento profesional,  el fomento de la buena práctica y la calidad en los laboratorios clínicos.

AEFA defiende una especialidad centrada en el paciente, que obliga al desarrollo de nuevas competencias y a la adquisición de nuevas habilidades profesionales. Pero también defiende  el compromiso ético con la sociedad, a la hora de tomar decisiones  organizativas y establecer límites y líneas rojas que marquen lo que no puede hacerse porque atenta contra lo que consideramos valores universales irrenunciables.

El laboratorio constituye un pilar fundamental para la asistencia sanitaria y para la salud de la población,  su fin consiste en producir conocimiento que sirva para diagnosticar, clasificar, monitorizar o tratar al paciente, para promocionar la salud y para identificar factores o poblaciones de riesgo.

La piedra angular del laboratorio es el facultativo especialista que interviene directamente en la selección de pruebas, la preparación del paciente, la obtención de muestras, su procesamiento, la verificación del dato técnico y su validación final. La figura del profesional facultativo  es indisoluble de la del laboratorio, y cualquier intento de segregarlo, sustituirlo o ignorarlo es un fraude y un menoscabo para la salud pública.

La profesionalidad se asocia hoy en día al experto, como portador de competencia técnica o científica, en lugar de apuntar al ideal de una persona comprometida y éticamente responsable en el desempeño de su función o actividad.

La ética es una disciplina que busca razones universales para adecuar la conducta humana al bien del Universo, de la Sociedad y del Individuo. La dimensión ética ha quedado inhibida por otras necesidades o intereses más perentorios y socialmente más reconocidos o aplaudidos. Existe una clara contraposición de los valores éticos al utilitarismo o al pragmatismo, recurso habitual cuando se trata de establecer prioridades o diseñar intervenciones.

La organización eficiente de los recursos disponibles, no pasa por decisiones basadas en la rentabilidad a corto plazo confundiendo los conceptos de valor y precio;  cualquier responsable, sea del nivel que sea, ante una toma de decisiones debería tener en cuenta los principios de la ética: no maleficencia, beneficencia, justicia y autonomía.

Los recursos deben vincularse al rendimiento, productividad, pertinencia de objetivos, eficiencia y calidad de los resultados obtenidos, y para ello son precisos procedimientos de evaluación claros  y consensuados  científicamente,  actividades profesionales transparentes, y no simples opiniones, perjuicios  o teorías ideológicas, de tal forma que se asegure una asistencia universal, accesible, segura y sostenible.

El profesional debe defender los valores que legitiman su papel en la sociedad, entendiendo estos como su compromiso  con el bien y con el interés del paciente y su competencia científica y ética, lejos del reduccionismo y la simplificación de un mundo  que valora los comportamientos de las personas  sólo por los resultados y no por los principios a que debería atenerse y servir.

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